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Crónicas de la repostería emocional en el ocho de abril

Por Belén Cianferoni.

10/11/2024 06:00 Viceversa
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Crónicas de la repostería emocional en el ocho de abril Crónicas de la repostería emocional en el ocho de abril

No voy a posicionarme con los postres. Durante estas semanas, muchas controversias se han servido en nuestra mesa como para que yo me atreva a decir si me gusta o no la torta. Controversias fuertes como una trompada, en uno de los años más difíciles que me tocó vivir.

Me quedé observando a las personas mientras comen dulces y creo haber llegado a una conclusión, después de un trabajo de investigación muy serio con mi amiga Emilia Sequeira, que hace tortas en el barrio Ocho de Abril.

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Hay personas que eligen la chocotorta por encima de todos los postres. Son personas que buscan confort y seguridad en la nostalgia; la chocotorta es una receta familiar y fácil de preparar, evocando recuerdos de momentos compartidos. Tienden a ser cariñosas y muy conectadas a sus raíces, incluso algo sentimentales. Socialmente, suelen ser cercanas y amistosas, el tipo de personas que disfruta de reuniones íntimas y de mantener tradiciones. Porque la chocotorta se arma para muchos y con las cosas de la casa. Son quienes probablemente organizan una reunión solo para compartir una chocotorta casera y contar chismes. Son los michis de los dulces. Tienen una debilidad por la nostalgia y, en ocasiones, pueden ser un poco posesivas o aferrarse a situaciones, personas o costumbres del pasado, remodelándolas pero siempre firmes al dulce de leche. Me gusta imaginar a "Los Arcanos del Desierto" en esta suerte de panadería emocional.

Otros, en cambio, prefieren la torta con bizcochuelo. Son personas equilibradas y clásicas. Suelen preferir lo sencillo y familiar, evitando las extravagancias. Valoran la estabilidad y el sentido de hogar. Son amables y prácticas; les gusta compartir con otros sin hacer mucho alboroto. Suelen llevar la torta de bizcochuelo a juntadas familiares o reuniones casuales, donde todos puedan disfrutar sin demasiado protocolo. Pueden ser algo conformistas y evitar salir de su zona de confort, pero saben lo que quieren. Conocen de procedimientos, proporciones y mezclas, y valoran el trabajo que los demás ponen al hacer un postre. Descansan sus decisiones en la esponjosidad de una buena base de bizcochuelo. Son los clásicos, los de toda la vida… Los Quintento Imperial de la repostería.

No nos olvidemos de quienes prefieren la ruidosa torta de hojaldre. Estas personas valoran la sofisticación y tienen una sensibilidad especial. Disfrutan de los pequeños detalles y de las texturas, siendo un poco más selectivas o refinadas en sus gustos. Les gusta socializar, pero en ambientes agradables y controlados. Prefieren encuentros pequeños donde puedan disfrutar de conversaciones profundas o de calidad. Son quienes traerían una torta de hojaldre elegante a una reunión, comprada en la panadería del barrio. Pueden pecar un poco de perfeccionistas o incluso elitistas. Estas personas a veces pueden tener estándares elevados en varios aspectos de su vida, desde lo profesional hasta lo social. Este gusto por el refinamiento puede llevarlos a juzgar demasiado o a ser algo superficiales en lo estético. Elevan el nivel como Jorge Veliz y los santiagueños de oro, con todo el ritmo y el sabor.

Llegamos, tristemente, a las personas que no comen dulce. Tenemos que considerar dos puntos: quienes no pueden consumir y quienes eligen no consumir. A quienes no pueden consumir solo les diremos que los adoramos y respetamos profundamente su decisión en la mesa familiar. La salud es primero, y no vamos a insistirles jamás. Ahora, con quienes no consumen dulces por elección propia, diré que son personas controladas y con una gran capacidad de autocuidado. Son conscientes de lo que consumen y prefieren evitar los excesos. Pueden ser algo estrictos o controladores, tanto consigo mismos como con los demás. Tienden a ser autoexigentes y a juzgar, incluso silenciosamente, a quienes no comparten su misma moderación. Este autocontrol puede llevarlos a un perfeccionismo rígido, siendo a veces poco indulgentes consigo mismos y con los demás. Por eso, desde aquí, la escritora, con mucho amor, les dice… relájense un poco, vengan a bailar una cancioncita con nosotros mientras las tías traen el postre. Vengan, vengan...

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