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Baja de edad de imputabilidad penal a los niños

Por Mario Ramón Tenti.

11/06/2024 06:00 Opinión
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Baja de edad de imputabilidad penal a los niños Baja de edad de imputabilidad penal a los niños

Es recurrente en los países más pobres, antiguamente llamados sub desarrollados, como el nuestro, frente a las crisis socioeconómicas que afecta de manera brutal a las clases sociales más pobres y los sectores poblacionales más vulnerables, como niños y adolescentes, la contradictoria propuesta de bajar la edad de imputabilidad de los menores debido al aumento de conductas antisociales y a veces delictivas de la población. 

Está comprobado que los delitos cometidos por menores son de un bajísimo porcentaje respecto a la totalidad de los delitos cometidos en estos países. Sin embargo, siempre reaparecen estas propuestas que más que correctivas son decididamente vinditivas.

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Pero observemos detenidamente la situación: a finales del 2023 el 57% de niños y adolescentes en argentina eran pobres, unos 7,1 millones. En el 2024 esta cifra aumentó debido al incremento de la pobreza. 

¿Qué significa ser pobre? Desde una perspectiva netamente económica: carecer de los recursos materiales suficientes para satisfacer las necesidades básicas de las personas. Desde una mirada más amplia la pobreza no solo es la carencia de recursos materiales para satisfacer los derechos más importantes de las personas, sino de posibilidades, reales y concretas, de desarrollarse como una persona digna. 

Es decir, una persona que tenga sueños, horizontes amplios de vida y pueda desarrollarlos con sus talentos y las posibilidades que la sociedad le brinde. En el caso de los niños y adolescentes la dignidad significa la satisfacción de derechos: a la vida, supervivencia y desarrollo, a la salud, a la protección, a vivir en una familia, a estudiar, a jugar y practicar deportes, a participar expresando su opinión, a vivir en condiciones de bienestar, etc.

Según las últimas estadísticas, en Argentina terminan el secundario solo un 13% de los chicos que comienzan este trayecto escolar, sin tener en cuenta los que directamente nunca comenzaron. 

Los servicios de salud, de formación (escolar, artística, capacitación laboral, recreación y deportes, etc) son altamente deficitario. Las políticas de inclusión y formación integral para este sector son incipientes. Las obras de infraestructura para niños y jóvenes son muy pobres, salvo lo educativo/escolar, y se realizan por lo general en sectores céntricos de las ciudades, más vinculadas a los sectores de clase media que en las barriadas y localidades rurales. 

Duele ver cómo los chicos más pobres no tienen ámbitos adecuados para vivir su niñez y adolescencia sanamente. Muchos adolescentes expulsados del ámbito educativo formal viven de noche y duermen de día sin tener posibilidades para vivir dignamente, sin sueños, sin proyectos, sin nada que los motive e ilusiones. 

A esta situación hay que agregar el consumo de alcohol y drogas que los va deteriorando cada vez más. Por suerte, todavía las familias, con sus problemas y dificultades, les ofrecen un espacio de contención y amor. Las instituciones de la sociedad no los contienen, no los entienden, no los motivan ni ilusionan en algún proyecto serio que los entusiasme. 

Teniendo en cuenta esta realidad, dolorosa y desafiante, resulta insólito que desde los centros de poder político, en lugar de diseñar políticas integrales que incluya y forme integralmente a los millones de chicas y chicos excluidos en nuestro país, se piense solamente, como herramienta para contrarrestar las conductas antisociales, bajar la edad de imputabilidad penal. Con esta política se pretende "castigar" a quienes nada o poco se les da. 

Sabemos hacia donde conduce esta propuesta: a la estigmatización de la pobreza y de los niños y adolescentes de clases sociales baja, que en nuestro país, son la mayoría. Evidentemente se piensa en un país para pocos, para los más fuertes (con más posibilidades). 

El sistema democrático le debe mucho a los ciudadanos que en cada elección renuevan su esperanza depositando sus expectativas de vida en los candidatos postulados. Este sistema de gobierno, el mejor de todos, tiene que dejar de ser menos formal (solo de formas) y transformarse en un ámbito de participación social real que promueva la satisfacción de derechos de todos los ciudadanos, en especial, de los más vulnerables, como los niños y adolescentes. 

No se trata de castigar a los niños, adolescentes y jóvenes, sino de ofrecerles una vida mejor, con posibilidades de crecer sanos, para que puedan alcanzar sus sueños y utopías, dando lo mejor de sí para construir junto a los demás una sociedad inclusiva, plural y respetuosa de los desechos de los ciudadanos. 

Confiemos en los chicos. Pueden enseñarnos mucho, sobre todo, como dice el Papa Francisco, a construir la cultural del encuentro y de la Paz.

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