No miren para arriba porque hay pandemia No miren para arriba porque hay pandemia
Por Carlos Scaglione. Docente de la Unse.
Es cierto que muchas películas denuncian injusticias, desigualdades sociales, tengamos presente hace poco, Parásitos, por ejemplo. Pero ésta, y me estoy refiriendo a “No miren arriba”, combina elementos de un modo más que novedoso. Muchas veces, este tipo de films, tienen el modo casi de una tesis sociológica y no buscan incorporar a los ajenos a nuestros discursos un tanto cerrados. En cambio, esta se presenta como una farsa con gags, personajes rocambolescos y algunos fácilmente identificables por el gran público norteamericano.
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El film, como metáfora de lo que viene sucediendo desde el inicio de la pandemia, expone la pregnancia social de la forma de vida capitalista y, del lado del psiquismo, el mecanismo de la renegación.
Dos científicos descubren que un cometa se estrellará contra la Tierra y extinguirá toda forma de vida. Esta realidad inminente --tendrá lugar en unos seis meses-- es comunicada personalmente a quien preside Estados Unidos --una mujer-- que inicialmente rechaza lo que éstos le transmiten y los ridiculiza. Advertida por científicos "oficiales" de la veracidad de la información, y programada la destrucción del cometa, desiste de la misma cuando se encuentra en curso. Lo hace porque un aliado político, un empresario corporativo multimillonario --una suerte de gurú tecnológico a la Bill Gates-- le advierte que el cometa es una fuente inimaginable de riquezas por los metales que lo componen, y la convence de recuperar su contenido mediante una compleja operatoria, que una vez lograda convertirá a los EE.UU. en una super-superpotencia y acabará con el hambre y la pobreza.
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Mientras tanto, se produce una contienda entre quienes aceptan la realidad de la extinción y otros que reniegan de la misma. Cuando el cometa se haga visible en el cielo la contienda no cesará: se opondrán quienes privilegien la economía a quienes privilegian la vida y ven en el proyecto del empresario un acto demencial que arrojará a una extinción inevitable al planeta. "¡Miren arriba!"¨¡No miren arriba!", son las consignas que los identifican. El final no será adelantado en estas lineas, pero sí que hay una importante o desopilante sorpresa.
Metáfora de lo que viene sucediendo desde el inicio de la pandemia, muestra la presencia de dos elementos fundamentales, que pueden ser tratados con herramientas que ofrece el psicoanálisis tanto para abordar a la sociedad como a la subjetividad. La renegación
Este es un mecanismo psíquico humano (sólo nosotros lo poseemos), es uno de los tantos testimonios de la desadaptación y desfuncionalización de la psiquis. Se trata de aceptar y negar al mismo tiempo una percepción y/o el significado de la misma. El humano es un ser loco por excelencia: puede obliterar datos de la realidad aun a costa de su propia vida. Sabemos de la presencia de la renegación en los duelos, en los traumas, en las catástrofes. También del lugar que la renegación ocupa en la formación de delirios: ahí donde la realidad no llega a ser significada puede advenir una realidad imaginaria, creada por el sujeto y que se aparte del patrimonio colectivo de certeza. La particular experiencia de la pandemia muestra a las claras su presencia: a nivel del conjunto social, lo que sociológicamente se denomina negacionismo no es más que expresión del mecanismo renegatorio.
Pero es también claramente observable que el mismo (tal como muestra el film, un espejo de la realidad en la que vivimos) es impulsado y fomentado por discursos oficiales que coinciden con lo que transmiten muchos medios masivos de comunicación, que contienen mensajes paradojales. Como podemos apreciar en este mismo momento: alertar del riesgo por el notable incremento de contagios, pero no implementar medidas que estén a tono con dicha realidad; o mensajes festivos de fin de año (sea oficiales y/o mediáticos) que no mencionan el aumento notorio de contagios, datos que por otro lado aparecen o en los medios o en otras esferas del poder estatal.
Los mensajes paradojales o de doble vínculo dejan sin salida a los sujetos, que no saben a qué atenerse y les facilita la utilización del mecanismo renegatorio. Ya es suficiente con la presencia de una pandemia para que éste se active y los mensajes mencionados no hacen más que facilitarlo.
Podría la humanidad, tal como la conocemos hoy, llegar a desaparecer montada en su propio embrutecimiento? La pregunta que plantea No miren arriba, la ácida comedia de Adam McKay --, es bien pertinente en tiempos en que una pandemia que esparce por el globo millones de muertes, y un cambio climático que ya muestra sus terribles consecuencias, deberían replantearlo todo. Y sin embargo todo sigue (y al parecer seguirá) funcionando tal como lo conocemos.
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El sujeto, abrumado por informaciones y estímulos imposibles de ser traducidos, ligados a una significación --la Sociedad Consumista-- que agita permanentemente su mundo pulsional, se ve empujado a utilizar a la renegación como si fuera un madero al cual aferrarse en medio del océano tras un naufragio. A dicho naufragio estamos expuestos si no se entiende -- entre otras cuestiones-- que a mayor cantidad de contagios más probabilidad de mutaciones hay y alguna puede ser la última... al no encontrar huéspedes a los cuales infectar.
En general, un sistema que se lo devora todo, incluido cualquier intento por cambiarlo.
Cuando discutimos sobre hegemonía, cuando hablamos sobre quién impone la agenda del día, es muy útil recurrir a “No miren arriba” que pega en la línea de flotación de quienes nos anestesian cotidianamente, utilizando esta vez sus mismas herramientas.
"Es una peli que sirve muchísimo para empezar a discutir el modo en que se construyen las verdades en la política y en la ciencia. Y tiene bastante semejanza con lo que ocurre en la comunicación pública de la ciencia: científicos super bochos a los que les cuesta comunicar en los medios y llevar sus ideas a la política, políticos que solo preguntan ''''cuánto me va a salir'''', medios que espectacularizan".
"El tema de las evidencias científicas siempre causa problemas, porque la ciencia misma es una construcción de la cultura: es una verdad transitoria, como suele decir el gran Alberto Kornblihtt --advierte--. Llevado a la pandemia, esto hace que la OMS salga en marzo de 2020 a recomendar no usar barbijo y poco después su uso obligatorio. Es un momento muy especial y la peli lo toma muy bien".
Intentar profetizar acerca de cuándo va a terminar la pandemia, desestimar la gravedad potencial de tanto nivel de contagios, es o por ignorancia o por un acto canalla dirigido a sostener una forma de vida depredatoria, suicida en el límite. Lo mismo ocurre con minimizar lo que sucede en este momento argumentando que las variantes actuales producen casos leves.
En el film, EE.UU. está dispuesto a sacrificar una parte de los seres humanos, si ellos son rusos, hindúes o chinos. Esto no es tan original, pero se plantea de manera tan cruda que asusta un poco.
En otro pasaje, toda la clase política, no sólo una presidenta parecida a Trump, está teñida de frivolidad, de inmediatismo en sus decisiones, en las que las internas son más importantes que el futuro del planeta, y que las encuestas de hoy determinan sus conductas de modo aterrador.
Pero no sólo los importantes, el empresariado, los políticos, están teñidos de esta inmoralidad generalizada. Buena parte de los científicos más prestigiosos se prestan a este juego que lleva al suicidio colectivo.
El sistema mediático, está estructurado de modo tal que sólo admite cierto tipo de noticia y cuando las existentes no entran dentro del formato correcto, simplemente quedan fuera de foco, son rechazadas, ignoradas y arrinconadas en el calificativo de locura o de irracionales.
Por supuesto, ronda en las cabezas de los espectadores todo lo que escuchamos y vemos alrededor de la pandemia en las que los dichos de ignorantes son tan escuchados como los provenientes de los expertos, el surgimiento de voces desenfrenadas sin sustento alguno.
Yago Franco del Colegio de Psicoanalista nos advierte. la extinción comienza por la estupidización de los sujetos a manos de una sociedad en la que el avance de la insignificancia parece indetenible, y que encuentra en la alianza mortífera entre el capital y el poder político a su verdugo. Aunque sobre dicha alianza caiga su propia guillotina.
Sólo un despertar, un despabilar colectivo puede detener la mano del verdugo... sabemos que eso es improbable en este momento de la vida social y política, pero no imposible. Parafraseando a Jameson, se puede sostener que es más fácil imaginar la extinción de la humanidad que la de la forma de vida capitalista, depredatoria del medio ambiente, de la vida social, de la subjetividad y de la economía misma. ¿Podremos mirar arriba?