Nostalgia del norte entreabierto Nostalgia del norte entreabierto
Por Susana Alonso / Especial para EL LIBERAL
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A cuarenta aÑos del fallecimiento de Clementina Rosa Quenel, recordamos la permanencia de sus obras y su lugar de las obras escritas por mujeres en nuestra literatura.
Se ha dicho que la obra de la autora es esencialmente poética y que ella nos entrega una imagen, una representación de la realidad santiagueÑa de los aÑos 50, universalizando las pasiones humanas y singularizando el ánimo de los personajes. Su escritura configura un terreno de objetividad donde se ubican los rasgos de la dicotomía cultural, de la maternidad y la vida de las mujeres como un destino signado por el sufrimiento. Con un estilo que reivindica las desventuras y agonías de los santiagueÑos y las santiagueÑas que se asoman en sus obras.
Quenel nació en Santiago del Estero el 22 de agosto de 1901 y murió el 20 de septiembre de 1980 en su ciudad natal. Desde muy joven, y en un mundo literario predominantemente masculino, integró el grupo cultural La Brasa publicó en revistas como Centro entre los aÑos 1932 a 1937, dirigida por Moisés Carol que reunía escritos de Hipólito Noriega, Mariano Paz, Bernardo Canal Feijóo, Horacio Rava, Emilio Christensen, entre otros. Y en la revista El Correo de Santiago de la Sociedad Sarmiento.
Durante los aÑos 1956 y 1962, varias de las poesías de Quenel son publicadas en Dimensión, revista de cultura y crítica dirigida por Francisco René Santucho. En el número VII es editado el poema Bando de Juan Balumba en alusión al indio de Savogasta, que en 1676 fue condenado a castigo por vestir ropas de espaÑoles.
Con el libro El bosque tumbado obtiene el Primer Premio de Literatura Regional. Otras obras suyas son El retablo de la gobernadora, pieza teatral, Elegía para tu nombre campesino, Los Ñaupas, entre otras. Clementina Quenel ha sido incorporada, por la calidad de su obra, en selecciones de cuentos como las realizadas por el Centro Editor de América Latina.
Para José Andrés Rivas la obra de Clementina Rosa Quenel ha sido “Lanzada sobre una geografía con nombres conocidos y poblada de dulces fantasmas familiares, su literatura , sin embargo, es de personas que viven adentro y desde adentro. Todo transcurre en el fondo de sí mismos, y como una dolorosa constante sus personajes no saben –no pueden saber- cuál es el verdadero escenario de sus vidas” Sus libros reflejan la construcción identitaria de la orfandad paterna que propondrá como contingencia trágica del monte santiagueÑo y que constituye un rasgo filiatorio de las niÑas y los niÑos del monte.
En el libro Los Ñaupas, publicado en 1967, con dibujos de Alfredo Gogna y diagramación de Juan Carlos García, Orestes di Lullo menciona en el pórtico o prólogo el modo cómo la autora “hace su retorno a las fuentes, buscando y hallando en ellas, formas idiomáticas que ya están casi perdidas e ignoradas, vistiendo la narración de ropajes propios y dando al pueblo presencia verdadera de lo que es.” Para Quenel en cada retablo de Los Ñaupas se pronuncia la única melodía del narrante anónimo y la dirá para todos los que buscan conocer y comprender las historias de los pueblos.
Las formas creadoras que atraviesan sus libros llegan a estos días con el reconocimiento hacia una escritura que han forjado un intersticio para pensar la desposesión, el dolor, el abandono y la desvalorización de la mujer por el varón.
El suplemento Viceversa del diario El Liberal publica el 5 de febrero de 2015 poesías de cuatro mujeres: Betty Alba, Selva Yolanda Ramos, Blanca Irurzun y Clementina Rosa Quenel. Mi patria lejos (A mi madre in memóriam), es la poesía de Quenel donde describe a su madre con parecer alto como si fuera la patria. La figuración de la madre es alta como la patria, como el monte de Santiago, la patria lejos, el campo. El lugar materno desde donde hablan sus personajes. La madre ha muerto, se pregunta ¿Cómo detener la tarde?
En los Cuadernos de Cultura de Santiago del Estero inspiración de Ricardo Dino Taralli, y los que expresaron las voces del movimiento cultural e intelectual de una época (1970-1995 se difundió entre otros el poema Friso de las difuntas tejedoras de la mano.
Friso de las difuntas tejedoras
Pienso aquí,
En todo lo que he visto en los atardeceres duros del país.
Como en la feria nuestra, cuando mueren las alforjeras.
Entonces, escribo des esta nostalgia al norte entreabierto,
Para decir también
De cien nombres que yo supe de este pueblo,
Ahora con su puÑado muerto en polvo.
Y estoy aquí,
-y hablo de vos Paloma-
Con esa breve historia de tus duras rodillas,
-ya tan difuntas- de bodas y telar.
Y de vos, hablo, águeda Paéz.
Como si aún volvieras de la calabaza y del agua con
Tu muchacha vegetal.
Porque hoy he mirado estos pueblos,
Sobre tu oscura mortaja de algodón, hilada.
Y sé, que por esto, te nombraron difunta, hace mucho,
Agueda Paéz.
Y vengo al testimonio melancólico de la quinta retama
Y de la flora amarilla.
Y de ayer a hoy, nombro como iba la oveja con su copo,
Para un friso escarlata. Y recuerdo de la esquila y el
Carmín.
Todo esto, sucedía allá en las siestas de la gente
Del Matará más antiguo que conozco.
Allí anduve, y supe también del vientre embarazado de
Las ánimas.
Y es, cuando cito los deudos,
Y miro la estatua de hueso.
Hablo de todo lo muerto, aquí. Con todos quiero hablar
De lo muerto aquí.
Justo,
Cuando el cortejo de las difuntas teleras
Ya anda un cascajo entre los aÑiles de la sombra.
Y me envuelve en país, una flauta de tristeza.