Ocho casos de santiagueños que le dan pelea a la pandemia económica Ocho casos de santiagueños que le dan pelea a la pandemia económica
No la tienen ganada, pero la están peleando. En forma paralela a la instalación de la cuarentena para evitar el avance del coronavirus, lenta, persistente y silenciosamente fue ganando terreno la pandemia económica. La batalla del día a día, de llevar ingresos al hogar, se vio interrumpida ante la imposibilidad de salir de las casas, de desarrollar una actividad o de abrir un negocio.
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Muchos santiagueños cuentapropistas, propietarios de emprendimientos o de negocios que fueron cerrados por los protocolos vigentes tuvieron que reinventarse, otros tuvieron que darle una vuelta más de tuerca a sus actividades para buscar generar ingresos y no quedarse de brazos cruzados.
En el medio de la cuarentena en la cual Santiago ya avanzó a la fase 5 de distanciamiento social, emergen distintas historias de la gente que tuvo que decidir sobre qué y cómo seguir adelante en un contexto complicado. Varios tuvieron que vender bienes para buscar una salida. Otros, cambiaron de rubro. Se golpearon, cayeron, se reinventaron. Son los sobrevivientes a la nueva noralidad que toca vivir.
Santiago y Paula, entre cables y telas, se reinventaron como fabricantes de barbijos
A Santiago Guzmán (51) la llegada de la cuarentena desde el 20 de marzo le impidió salir a trabajar como lo hacía todos los días. Es técnico electricista y electromecánico. Realizaba trabajos particulares de mantenimiento y a partir de la cuarentena, señala “cambió mi vida económica y psicológicamente. Porque significaba que ese día a día de ingresos que tenías a través de los trabajos se veía frustrado porque no podíamos hacer nada”.
Recordó que Paula Peralta (47) su mujer, tampoco podía trabajar. “Mi señora hacía trabajos de artesanía y algo de costura y de alguna manera también se le imposibilitaba la tarea cotidiana. Nuestra historia empezó allí”, recordó. La pandemia fue un momento de crisis, pero también de oportunidad.
Puntualizó Santiago que “un día pensando y hablando con Paula mi señora, me propuso que intentaramos realizar algunos barbijos. Yo tengo experiencia tanto de mantenimiento como de costura porque hace muchos años había trabajado en una empresa de confección de prendas donde era cortador y tizador y conocimiento de costura siempre he tenido. Pero me había dedicado a la electricidad. Bueno, ese día comenzamos a desarrollar un modelo básico como para darle venta masiva y tener algunos pesos diariamente”.
No obstante, “luego nos sorprendió que el modelo que diseñamos nosotros comenzó a gustar. Empezamos a probar con telas, a comprar retazos de telas y a juntar lo que teníamos de haber hecho trabajo de cortinas y esas cosas y a confeccionar barbijos de tela. Para nuestra sorpresa, llegaron a manos de comerciantes importantes y nos empezaron a llegar pedidos. Ahí se incrementó el volumen de venta”.
Santiago, dijo que tuvieron que comenzar a pensar en el empaquetado, en la distribución, todo en cuestión de semanas. “Le pusimos nombre, Xilo por nuestros nietos Xiomara y Lorenzo, le dimos también una presentación, la distribución, con obleas adhesivas. Empezamos a trabajar, a confeccionar, y todo con distribución en barrios, caminando, yendo y viniendo, invirtiendo. Compramos una máquina, luego otra, ya tenemos 3. Y así de devenido técnico electromecánico ahora cosemos con mi señora, entre 12 y 14 horas por día para cubrir la demanda que tenemos”.
Como reflexión, Santiago cuenta que “este emprendimiento ha surgido en un momento muy complicado, cuando parecía que todo se acababa, que no sabíamos si íbamos a poder tener el pan en la casa. No sabíamos que podíamos llegar a reinventarnos y salir adelante. Esto de la cuarentena ha sido muy duro y gracias a Dios lo estamos pudiendo sobrellevar”.
De los menúes para eventos al reparto de viandas hogareñas
De un día para el otro, la empresa de Pablo Mendieta se quedó –como muchas otras dedicadas a los eventos- sin contratos. De estar pensando en el catering para el MotoGP, la apertura de la temporada de turismo en Las Termas o las bodas para las que tenía que preparar el servicio de catering, todo se esfumó. Cero. Tuvo que vender una camioneta, un camión y casi un grupo electrógeno para reinventar la empresa.
“Nosotros veníamos con una agenda muy linda, de haber sido una empresa referente, a quedarnos sin trabajo. Ahora tenemos el proyecto de Mi Chef en tu casa es algo en lo que nos hemos basado para llegar a la gente. No es solo hacer una vianda sino de ir con el concepto de platos gourmet y llegar con eso a la gente. Ahora tenemos una cocina de producción elaborando para enviar los productos a la casa. Las viandas se hacen diariamente”, señaló.
La empresa no resolvió el problema económico, aún siguen pagando deudas y cheques. “Pero estamos trabajando más que nada para que la gente tenga sus ingresos. No queda por ejemplo para pagar un alquiler. Pero hay un grupo humano de 12 personas que forma parte de la cocina, entrega de pedidos, lavado de vajilla, hay distintas personas cubriendo hoy el servicio y rotándolos, una semana uno, otra semana otro, para que todos se sientan incluídos. Si bien reciben ayuda del Estado, eso no alcanza. Nosotros acompañamos dándoles laburo”, indicó.
Señaló que la estructura de la empresa estaba armada para grandes eventos como el catering del MotoGP, Semana Santa, Pascuas, eventos a nivel nacional y bodas privadas. Pero todo eso se cayó con la cuarentena.
“Hemos vendido una camioneta y un camión porque habíamos hecho compromisos, cheques, todavía estamos en esto de ir pagando porque desde la vianda no dan los números para mantener la estructura. Ha sido durísimo, pero estamos con la mirada adelante. Había puesto en venta un grupo electrógeno que habíamos comprado el año pasado, pero estamos ahí. No me quejo ni nada pero es la realidad, hay otros que la están pasando peor”, señaló.
“Como no podía cortar el pelo, he empezado a amasar pizzas y pan”
Manuel Paz es uno de los peluqueros que tiene su local en el microcentro de la ciudad. Al igual que todos sus colegas estuvo dos meses sin trabajar. En este oficio como en varios otros, lo que cuenta para sumar ingresos al final del mes, es lo que ingresa día a día. Por dos meses, no tuvo ingresos.
“En el caso mío, como mi padrastro era pizzero, entonces yo había aprendido a hacer pizzas, y sin poder trabajar, he empezado a vender pizzas hechas en casa. Con eso nos hemos estado rebuscando, después he empezado a hacer pan amasado para vender y con eso nos hemos rebuscado un poco más”, comentó.
Agregó que “en el local que tengo en el centro he estado dos meses sin trabajar en la peluquería. Por eso he empezado a hacer más pizzas para vender y ahora cuando salgo de la peluquería me voy y me pongo a amasar para la noche o para el otro día”, señaló. En su caso, hasta lograr recuperar algo del terreno perdido en estos dos meses, continuará con ese otro trabajo.
La reconversión obligada de la combi escolar a la tienda móvil
Susana Cardozo vivió en carne propia la suspensión de las clases por la cuarentena. Son propietarios de un transporte escolar, que cuenta con varias combis. Ahora tienen una menos que tuvieron que vender para reiniciarse en otra actividad y tratar de saldar algunas deudas. Desde que se suspendieron las clases, sus ingresos cayeron a cero.
“Nosotros –ella junto a su esposo “Pancho”- vivíamos exclusivamente del transporte, somos los más complicados porque estos primeros meses de la cuarentena han sido muy duros. Algunos nos hemos enfermado con situaciones de estrés muy feas. Es muy complicado, a otros colegas les ha pasado algo similar. Veníamos de febrero con muchos gastos y hemos trabajado solamente dos semanas. En ese tiempo, algunos padres nos habían pagado por todo el mes, otros nos pidieron devoluciones y otros directamente no han pagado. Ha sido muy duro”, indicó Susana.
Agregó que “en nuestro caso lo que teníamos a mano era vender una de las camionetas, la hemos prácticamente regalado a mitad de precio y con eso hemos empezado con la venta de billeteras de cuero. Ni bien se ha abierto la posibilidad de circular empezamos a ir a domicilio. Con ese dinero también invertimos en ropa para niños para los clientes del transporte. Vamos a ir incorporando cintos, algunas otras cositas más, todo con venta on line y envíos a domicilio”.
Susana indicó que “un familiar nos presta el auto que lo hemos armado para exponer y así vamos a las casas, nos llaman y nosotros vamos llevando todo a la casa. Es lo que estamos haciendo y hemos podido arrancar gracias a la venta de la camioneta que la hemos liquidado a mitad de precio. Pero bueno, con ese dinero empezamos. Todo nuestro capital está puesto en las otras combis que están guardadas, que hoy por hoy no nos sirven y al ser habilitadas y estar equipadas como escolar no se puede trabajar en otra cosa y tampoco hay mucha oferta para trabajar”.
A la espera de una reapertura para trabajar y con la incógnita de cómo serán los protocolos señaló que “hay algunos colegas que han vendido las combis y no van a volver. Hay rubros que hasta febrero han estado trabajando, pero nosotros no, nadie se acuerda de nosotros. Hay grandes dudas. Si seguimos o no. En nuestro caso vamos a volver, aunque no está claro cómo será el protocolo que tendremos que utilizar y si será conveniente o no, pero tenemos el compromiso con los padres que nos acompañaron en todo este tiempo”.
Del taller de artes, al comercio de hilos y botones
Alejandra Ivanoff tenía todo listo para iniciar una serie de talleres de artes manuales entre el 15 y 20 de marzo. Había invertido en un local para dar las clases junto a otros profesores de distintas actividades, pero todo quedó en la nada. Tuvo que recalcular sus metas. Y emprender otra actividad.
“Nosotros trabajamos en un local donde hacíamos talleres de artes manuales. Todos trabajábamos en días diferentes de lunes a sábados. El taller se mantenía con las clases. Trabajamos hasta diciembre. El programa de este año empezaba en marzo, entre el 15 y el 20, pero no se ha podido empezar a hacer nada. Cerramos el taller el viernes 12 ó 13 y hasta ahora no tenemos clases presenciales. Esto ha afectado al 100% del taller”, indicó.
Pero eso trajo como consecuencia que “he tenido que amoldar la finalidad del taller que era para dar clases, a hacer un lugar de ventas de objetos artesanales y lo que hemos estado vendiendo y nos ha sacado a flote ha sido la venta de hilados. Cuando se ha autorizado reabrir algunos locales fuimos para ese lado, invertimos lo poco que teníamos del trabajo de enero y febrero en la compra de hilados y algunas pocas cosas de mercería. Eso ha mantenido todo hasta ahora”.
Agregó que “ha sido muy difícil porque era un año en el que pensábamos armar bien todo el taller, pero hemos retrocedido 10 pasos, hemos invertido en refacción, muebles, ahora tratamos de ver qué es lo que más se vende y de ahí se va invirtiendo en otras pocas cosas distintas a lo que nos dedicábamos. No hay ganancias, solo mantenemos para pagar impuestos, mantener el taller. El cambio ha sido muy brusco, porque además hemos tenido que amoldarnos no solo a la venta presencial sino a trabajar on line, cambiar el modo de trabajo, usar las redes, ha sido muy grande”.
Del local con vidriera a la calle, al mini taller en el departamento
Entre los cuentapropistas, con oficios ligados a los eventos, la situación desde el inicio de la cuarentena fue complicada y obligó a varios a tomar decisiones drásticas. Es el caso de Silvina Paz (35). “En mi caso en particular, tenía un pequeño local donde vendía artesanías en fibrofacil, en porcelana fría, con adornos de torta, souvenirs, etc, pero por toda esta situación, he decidido hacer un lugar que tenían en mi departamento y lo he convertido en taller”, señaló.
Silvina tuvo que cerrar su local a la calle y pasar a su taller de entrecasa, apelando a ofrecer su trabajo en internet. “Parte de lo que tenía en el local lo he llevado a mi casa, un sector es mi tallercito y estoy trabajando a puertas cerradas. No es lo mismo la clientela, pero si hay clientes fijas como reposteras que me conocen por el boca en boca y ahora que se puede festejar con grupos reducidos, estamos volviendo a tener algo de movimiento”, indicó.
Agregó que “ahora hemos hecho unos set materos para el día del Amigo, frascos en porcelana. He tenido que cerrar un local y transformar mi departamento en un taller para sobrevivir”.
La tejedora que devino en docente online de tejidos
Elvira Ibáñez tuvo un fuerte golpe a la posibilidad de exponer y vender sus prendas de hilados a crochet en la cuarentena. Pero la misma reclusión que provocó la pandemia, le trajo también una oportunidad. De confeccionista de prendas hiladas, pasó a ser docente de un montón de gente a través de su página de facebook Warmi Sulata ya que, al estar confinada en sus casas, muchas mujeres querían aprender a tejer a crochet.
“En la cuarentena, las consultas para aprender a tejer que antes eran de 5 a 10 personas se ha potenciado. Más que nada creo yo que quieren tomar esta actividad como recreación. Las consultas que tengo hoy son de unas 250 entre mensajes a la pagina (warmi sulata en facebook) comentarios, hasta de distintas partes del mundo, donde voy subiendo tutoriales y tratando de enseñar a tejer a todo el que quiera aprender”, señaló.
Agregó que “el 95% lo ha tomado como una distracción y un 5% hace consultas específicas. Mas apuntando a lo comercial, como por ejemplo para trabajar en serie desde lo artesanal, precio de venta, precio de venta de hilos por mayor, etc. Todos quieren aprender porque hoy armarte de materiales para empezar a tejer, con una aguja y una bobina de hilo alcanza y es barato, puede costar unos $200”.
De manejar un transporte, a la venta en una verdulería
En el caso de Jorge Bravo, pasó de manejar una combi escolar a vender frutas y verduras. “El transporte escolar era un negocio familiar, lo trabajábamos con mi hermano y dos familias vivíamos de eso. Pero hemos quedado paralizados del todo”, indicó.
“Después de unos 50 días de la cuarentena, hasta ahí hemos llegado con los ahorros que teníamos. Con algo de lo que cobramos en marzo hemos alcanzado a subsistir con el tema de comida. Impuestos hemos ido pagando solo lo principal hasta el día que ya no dábamos más con el bolsillo de ninguno”, señaló.
En ese interín, señaló que “veíamos varias opciones, pero lo más rápido era una verdulería, si bien es cierto que alquilamos una esquina, nos va bien. Pero este negocio tiene un margen chico, aunque es un laburo para salir del paso. Igual venimos acumulando deudas, esperando que se normalice esto. Para nosotros el año está perdido. Si bien las clases van a empezar en agosto, no llegamos a cubrir. Tenía guardado algo de plata, con eso hemos puesto la verdulería. Sobrevivimos”.l