"Ojalá pudiera entregar mi vida por la de mi hijo", dijo Silvino, papá del asesinado Fernando

"Hubiese dado mi vida por la de mi hijo. Dios mío. Uno no está preparado para asistir a la muerte de un hijo y hoy vivimos este juicio desde la tristeza, desolación, pero también desde la fortaleza por Fernando".

Fernando José Báez Sosa había nacido el 2 de marzo de 2001 y era el único hijo de Silvino Báez, trabajador de la construcción, y María Graciela Sosa Osorio, cuidadora de adultos. La pareja arribó hace dos décadas atrás a la Argentina desde Paraguay, en busca de un destino mejor.

Hoy, Silvino Báez llora en silencio, pero es tan digno en su dolor que respondió cada interrogante planteado por EL LIBERAL ayer, minutos después de terminada la audiencia del día 4 del juicio a los ocho asesinos.

¿Cómo soporta escuchar el calvario de su hijo?

- "Porque estamos muertos en vida, pero aún así, nos hacemos fuertes en el juicio. Vamos de la tristeza a mantenernos de pie. Nunca nadie está preparado para la muerte de un hijo. Nadie. En un segundo pasó todo y nosotros quedamos lejos, porque fue muerto en Villa Gesell".

¿Qué es lo que le queda en claro en estas cuatro jornadas del juicio?

-  "Que fueron (los rugbiers) a matar a mi hijo. Que mucha gente buena quiso ayudarlo, pero no pudo. Lo lamento tanto por mi hijo…. Lo que yo daría por tenerlo de nuevo. Mi vida hubiese dado por mi hijo…".

- ¿Qué espera para el final?

-  "Justicia para que mi hijo descanse en paz. El proceso nuestro es diferente. Con mi esposa lo vivimos día a día. Desde el día que salió de casa a sus vacaciones". Silvino se detiene porque es imposible no llorarlo. Luego sigue: "Seguramente estaremos en el juicio hasta fin de mes o más. Nos mantendremos de pie porque debemos estar fuertes", insistió el hombre, quizá apuntalado, en la distancia, por millones de padres y madres que advierten en su dolor el sello genuino de un ser atravesado por el dolor, pero que no se da por vencido.

"Gracias por ocuparse de nosotros y de Fernando", se despidió el hombre. Pudimos decirle que hay un país que llora a su lado. Y que la agonía y muerte de su hijo sacude hasta al más frío observador, shockeados por la saña de los ocho bestias de su misma edad.