Dos ministros, dos orígenes, un mismo destino (primera parte) Dos ministros, dos orígenes, un mismo destino (primera parte)
Las coincidencias en la vida de las personas adquieren mayor relieve cuando se trata de personajes que han compartido tiempos y espacios durante sus existencias, y más aún cuando han desempeñado cargos públicos que los han ubicado, como se dice en la jerga popular, en el “candelero”. Para los historiadores significa también una hoja de ruta para la investigación de vidas que tienen orígenes muy diferentes.
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El comodoro Martín Rivadavia fue un hombre público que se destacó en los tiempos del 1900, proveniente de una familia “patricia”, esas familias que en los tiempos de la Revolución y de la Independencia tuvieron gran participación en el devenir de los hechos patrióticos. Su máximo cargo lo compartió en el gabinete del segundo gobierno de Julio Argentino Roca con el general Pablo Riccheri, hijo de una familia fruto de la inmigración.
Ambos nacieron en tiempos de discordias nacionales: entre la batalla de Caseros en 1852 y la batalla de Cepeda en 1859. Son hombres de la misma generación: la de la organización definitiva del país. Compartían la pasión por el progreso y sobre todo tenían un gran compromiso con la Argentina. Pero también las diferencias los marcan: uno decidirá que su destino militar será sobre las aguas, el otro optará por el ejército; uno murió en plena madurez, el otro en la ancianidad. Hoy transitaremos por la vida del primer ministro de Marina.
EL COMODORO DE MARINA MARTíN VíCTOR RIVADAVIA
Infancia y ascendencia
La misma casa que vio nacer a Bernardino Rivadavia, el primer presidente de la República y a todos sus hijos, es el lugar donde es parido el primogénito del matrimonio de uno de esos hijos, don Martín y doña Adela Villagrán el 22 de marzo de 1852, quien será bautizado como Martín Víctor dos días después. Por su abuela paterna, era bisnieto del virrey Joaquín del Pino. Eran tiempos convulsos luego de la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero anterior, y gobernaba la provincia de Buenos Aires Vicente López y Planes, el autor del Himno Nacional y sucesor de su abuelo Bernardino en 1827. La familia se completa con cuatro varones más y una mujer.
Su carrera naval
En 1868, a los trece años, Martín ingresó como cadete al Regimiento de Artillería de Línea llegando a sargento mayor. Participó de las últimas acciones bélicas en la guerra de la Triple Alianza, al finalizar la cual se incorporó a la marina de guerra. Al tiempo pidió la baja para participar en las revueltas civiles en el Uruguay, junto a su hermano Bernardino, que muere allí. A su regreso trabaja como obrero en el puerto de Buenos Aires, hasta que se reincorpora a la Marina y en 1874 es embarcado como alférez en la goleta “Rosales”, recorriendo toda la costa atlántica, desde la bahía de Samborombón hasta la Tierra del Fuego, región que ejercerá en el novel navegante una fascinación que durará toda su vida.
En 1877 es nombrado segundo comandante de la cañonera “Uruguay”, moderno buque comprado en la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento que aún está a flote, como museo, en el puerto Madero de la capital argentina. Rivadavia navega las costas de la Patagonia norte y en Carmen de Patagones conoce a Luis Piedrabuena, quien pide que lo secunde en el mando de la corbeta “Cabo de Hornos”. Es ascendido a teniente de navío y al mando de la cañonera “Constitución” levanta la carta náutica de la bahía San Blas, entre Bahía Blanca y el río Negro.
Su familia. Su servicio público
En la más antigua ciudad patagónica, conoce a Isabel Crespo, una maragata de 18 años, con la que se casa el 15 de abril de 1883, en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Patagones, bajo los estandartes rendidos por los brasileños en la campaña de 1827. Es bueno aclarar que maragato es el gentilicio de los nativos de Patagones. El oficiante de la ceremonia será José Fagnano, un salesiano que poco tiempo después será nombrado vicario apostólico de la Patagonia Austral y cuyo nombre es el del lago más extenso de Tierra del Fuego. El matrimonio se instala en un campo cercano y Martín se convierte en empresario lanar, trayendo ovejas de raza desde las islas Malvinas. Tendrán cinco hijos a lo largo de diecisiete años: Bernardino, María Antonia, Martín, Isabel y Marta.
En 1885 es ascendido a capitán de fragata y la escuadra del río Negro es puesta bajo su mando. Tres años después es nombrado comandante de la corbeta escuela “La Argentina”, y realiza el viaje de instrucción al océano Pacífico. En 1892 viaja a Inglaterra para hacerse cargo del nuevo crucero “9 de Julio”, y ascendido a capitán de navío, participa de los festejos de los 400 años del arribo de Colón a América realizados en Nueva York en 1893. Es comandante de esta nave por tres años.
En 1896 es ascendido a comodoro de marina y nombrado comandante del acorazado “Garibaldi”. En Italia estuvo encargado de las negociaciones para adquirir tres acorazados más de la misma serie: “General Belgrano”, “Pueyrredón” y “San Martín”. Durante su estadía en Génova recibe de los astilleros el equivalente al 10% del valor de los cuatro buques como comisión por la compra. Rivadavia entregó la carta de pago al ministerio de Hacienda. Vale aclarar que esa comisión era legal. Esto pone de manifiesto el espíritu patriótico y honesto de este olvidado prócer del mar. En 1897 fue nombrado jefe de Estado Mayor.
El primer ministro de Marina argentino
En 1898 se reúne una convención para modificar dos artículos de la Constitución Nacional. Uno estaba referido a la cantidad de habitantes por diputado nacional y el otro a la cantidad de ministerios del Poder Ejecutivo Nacional. éstos pasaron de cinco a ocho. La asunción de Julio Argentino Roca a la presidencia por segunda vez el 12 de octubre de ese año significó el nombramiento en las nuevas carteras: Emilio Civit en Obras Públicas, Emilio Frers en Agricultura y Martín Rivadavia en Marina. Tenía 46 años.
Eran tiempos de tensión para los ministros de Guerra y de Marina. Pablo Riccheri y Martín Rivadavia debían enfrentar la posibilidad de una guerra con Chile debido a los desacuerdos entre los peritos en límites, el chileno Diego Barros Arana y el argentino Francisco Moreno. A ambos lados de los Andes el ambiente en las dos capitales era muy belicista. El recién asumido Roca le propuso a su colega Federico Errázuriz un encuentro para zanjar diferencias. El chileno aceptó, pero puso una condición: el encuentro debía ser en territorio chileno y en Punta Arenas. Roca dijo que sí, y en noviembre el ministro se puso al hombro la expedición naval para aquel memorable evento.
El viaje presidencial a Punta Arenas
La comitiva partió desde Buenos Aires en tren hacia Bahía Blanca. Roca inspeccionó las avanzadas obras de la base militar y el 20 de enero de 1899 se embarcó junto a su ministro y partieron hacia el sur en el acorazado “General Belgrano”. Rivadavia era baqueano de esas aguas y su buena relación con el presidente le permitió sugerir desembarcos en los poblados patagónicos. Roca visitó Puerto Madryn, Puerto Santa Cruz, Río Gallegos, Puerto Harberton y Ushuaia. Durante la navegación, los dos hombres contemplaron un atardecer en el golfo San Jorge, por entonces con escasa población, y se entusiasmaron con las posibilidades de desarrollo de esas tierras.
Ya en el canal de Beagle, Rivadavia le sugiere a Roca una maniobra para demostrar el poder naval argentino. Los chilenos esperaban a los argentinos entrando por el estrecho de Magallanes y llegando a Punta Arenas desde el oriente. El ministro propuso dar la vuelta a la isla de Tierra del Fuego navegando el pasaje de Drake, una de las aguas más peligrosas del orbe, y sorprender a los chilenos llegando por el oeste. Roca entendió rápidamente y haciendo gala de su mote de “zorro”, la flota presidida por él llegó a la hora señalada, pero a espaldas de la flota trasandina.
Roca recordó tiempo después que la idea de Rivadavia había hecho por la paz mucho más que las palabras que intercambió con el primer mandatario chileno: “Un buen susto logra mucho más que una larga charla”. Es verdad: los otros marinos no la pasaron bien aquel 15 de febrero de 1899.
Sus últimas medidas ministeriales. Su muerte. Homenajes
El 13 de septiembre de 1900 el Congreso aprobó la ley nacional 3948 que estableció la conscripción en la marina argentina. Los diarios hablaron de la ley “Rivadavia”, ya que el ministro había sido su redactor y recorrió todos los pasillos legislativos logrando su aprobación. Para entonces, la flota argentina se había convertido en la más potente de Sudamérica y una de las diez más poderosas del mundo.
Rivadavia sufre un accidente en su casa de Temperley: se resbala en la bañera y la fractura de dos costillas perfora el pulmón. Es internado, lo operan, pero es inútil. El 14 de febrero de 1901 muere en Buenos Aires a los cuarenta y ocho años. El velatorio se realiza en la Casa Rosada, donde una multitud lo despidió y se le rinden todos los honores. Fue sepultado en el cementerio porteño de la Recoleta
Nueve días después, ese paraje contemplado en el golfo San Jorge fue bautizado con su nombre, y en 1907 se iba a convertir en un puntal del desarrollo argentino al descubrirse petróleo. Hoy, Comodoro Rivadavia es la ciudad más potente de la Patagonia Sur. Calles, avenidas, plazas y escuelas recuerdan a este notable marino que supo ser un gran hombre de Estado. No le pesó el apellido. Supo darle honor y gloria a un antiguo linaje nacional. Si Dios quiere, el domingo próximo recorreremos la vida de Pablo Riccheri, colega, camarada y amigo de Rivadavia.