OPINIÓN

Un cambio urgente para la escuela secundaria: la enseñanza por proyectos

En la institución escolar se siguen pregonando viejas proposiciones que marcan prácticas áulicas un tanto rígidas.

Por
Carina Cabo

Por Carina Cabo

Adolescentes aburridos, profesores taxi, desgranamiento escolar, ausencia de flexibilidad en los cursados, enseñanza por disciplinas, evaluaciones estereotipadas y docentes “quemados” son algunas de las cuestiones que es necesario resolver de manera urgente en el sistema educativo.

Ya es una clara certeza que la escuela secundaria no es un espacio homogéneo y la presencia de variables socioeconómicas y culturales juega un papel importante en el éxito educativo. Sin embargo, en la institución escolar se siguen pregonando viejas proposiciones que marcan prácticas áulicas un tanto rígidas

Es por ello por lo que la enseñanza por proyectos podría ser la puerta de entrada para un gran alivio a los problemas planteados y el comienzo de un cambio necesario. Esta metodología activa, centrada en el estudiante, propone aprender haciendo. Y si bien pareciera muy novedosa para una institución educativa tan anquilosada, hace muchas décadas que se viene pregonando. Es una nueva forma de aprender que intenta desarrollar competencias en el estudiante, más que lograr que memorice conocimientos vacíos y poco significativos para los estudiantes. Además, frente al aprendizaje tradicional, el cual pone como protagonista al docente, quien expone un saber acabado, y al alumno como mero receptor de este, el aprendizaje basado en proyectos se basa en el diseño de problemas abiertos en los que el docente sólo es un guía y el educando, con su grupo de trabajo, responde una pregunta, investiga o busca la solución a una problemática planteada.

Este tipo de enseñanza y de aprendizaje intenta desarrollar las competencias del siglo XXI: pensamiento crítico, comunicación efectiva, uso de las tecnologías y el trabajo en equipo. Se trata de un proceso que intenta despertar el interés de los estudiantes a través de una pregunta significativa o de un problema con un desafío potente a fin de producir un nuevo conocimiento, el cual pone en tensión la tradicional relación entre docente y estudiante. Pero para que esto tenga éxito los docentes deben estar capacitados para una nueva organización del trabajo del aula, para implementar nuevos retos en la clase y para dar voz y voto a los estudiantes ya que son ellos mismos quienes pueden pensar -a partir del diseño curricular- situaciones cotidianas que refieran a su barrio o a la región. Esto requiere combinar estrategias, proponer distintos recursos y materiales y plantear distintas rutas -individuales o colectivas- para alcanzar un aprendizaje significativo desde una o varias asignaturas.

En este sentido, Perrenoud (2000) plantea que los proyectos no son meros ejercicios escolares rutinarios, sino verdaderos problemas por resolver que conducen a la adquisición de competencias. En consecuencia, todas las acciones tienen un sentido a mediano plazo e invitan a los estudiantes a movilizar sus capacidades mediante el “hacer”. En la misma línea, Díaz Barriga (2006) afirma que el proyecto es un aprendizaje eminentemente experiencial, en tanto se aprende haciendo y en base a la reflexión sobre ese hacer dentro de prácticas situadas y auténticas.

Para ello, debemos trabajar fuertemente en la formación y capacitación docente a fin de lograr los cambios rápidamente y de raíz. Si tomamos en cuenta que, según datos estadísticos, América Latina es la región más desigual del planeta, es necesario direccionar los proyectos institucionales como un instrumento para avanzar en una transformación progresiva del modelo de la educación secundaria y de las prácticas pedagógicas que implica, generando cursados formativos diversificados.

Si formamos estudiantes que cuestionen y que puedan reflexionar sobre sus procesos de aprendizaje, capaces de tener un pensamiento crítico respecto de su contexto, si ayudamos a que se piensen como sujetos y que puedan elegir ciertos recorridos, bajo un proyecto institucional coherente, podremos ir acercando la brecha entre la cultura escolar, es decir, lo que pretende la escuela, y la cultura juvenil, los recorridos individuales, a fin de sostener trayectorias de aprendizajes válidas y contextuadas.

Otra escuela secundaria es posible, si los gobiernos de turno eligen poner el foco en las adolescencias actuales. Sólo se trata de tomar la decisión e invertir para que el cambio sea posible.

Fuente: Infobae

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